martes, 10 de enero de 2012

el 2011 ya se fue



Hace unas semanas Alex Ross, crítico musical de la revista New Yorker, publicó, en el blog Culture Desk de la misma publicación, el siguiente artículo, el cuál traduje en parte al español y lo pueden leer también en su versión original en inglés: Outside the Machine: The Best Classical Performances of 2011 (Fuera de la máquina: Los mejores eventos de música clásica del 2011).


“Si los estereotipos populares sobre la música clásica fuesen ciertos, el género no hubiese adquirido ninguna relevancia social o política en 2011, uno de los años más oscuros y eufóricos en la historia reciente de Estados Unidos. La música clásica es, según nos dicen, el parque de diversiones del 1%, la provincia de los millonarios. Cuando los conciertos son representados en las películas, vemos a las élites en traje de noche contemplando arrogantemente a través de unos anteojos arcaicos a los entrometidos que no se saben comportar. Cualquiera que haya asistido a un concierto de música clásica durante los últimos 50 años sabe que tales escenas son en gran parte fantasiosas. Sí, los asientos más costosos en la Ópera Metropolitana cuestan cientos de dólares, pero el boleto más caro para un concierto de artista pop de las ligas mayores y los eventos deportivos cuestan muchísimo más, y el dinero en juego tras bambalinas de dichos espectáculos de mercado masivo hace que la economía de la música clásica se vea insignificante. Bon Jovi ha vendido a sus fans más afluentes paquetes V.I.P. que cuestan el exceso de 1800 dólares. El patrimonio neto de Jay-Z, quien es dueño de un porcentaje del los Nets de Nueva Jersey en el consorcio del billonario ruso Mikhail Prokhorov, es considerablemente más grande que el presupuesto anual del Met. 
No se puede negar que la música clásica habitualmente sirve como un ornamento para la extrema riqueza, incluso si esos que están ocupando los asientos baratos habitan en un mundo completamente diferente. El bloguero inglés Bob Shingleton ha estado examinando recientemente las fuentes de financiamiento de las principales instituciones de la música clásica, y ha elaborado una lista de nombres que se asemeja a un registro de delincuentes de malversación financiera internacional. Sin embargo, si vemos atrás en el año en la música, me impresiono por la cantidad de eventos memorables a los que asistí – o, en el caso del gesto anti-Berlusconiano de Ricardo Mutti en una representación de Verdi en Roma, experimentada a distancia – me llevaron a una actitud reflexiva. La sinfonía para percusión “Inuksuit” de John Luther Adams, que hizo un ruido glorioso en la Park Avenue Armory, es el trabajo de un compositor  y activista alaskeño quien desde hace mucho hizo una campaña en contra del saqueo de su estado natal. El “War Requiem (Requiem de Guerra)” de Britten, el eje del festival White Light de este año en el Lincoln Center, es, desde la primera hasta la última nota, una denuncia apasionada de la moderna maquinaria de guerra. Spring for Music auspicia a orquestas con poco presupuesto y pone un precio máximo por boleto de 25 dólares. El New World Center de Miami tiene boletos tan bajos como $2.50, con transmisiones al aire libre tecnológicamente sorprendentes gratuitos para todo público. 
Muy destacable, “Satyagraha” de Phlip Glass, una  monumental ópera minimalista que evoca la campaña de desobediencia civil de Gandhi en Sudáfrica, tuvo una readaptación petrificante, aun cuando Ocupa Wall Street se asentó en el centro. Las contradicciones aparentemente inherente en la presentación de una ópera sobre Gandhi en el Lincoln Center llevó a los activistas a organizar una protesta después de la última presentación, con Glass presente; la fuerza teatral de la acción sólo aumentó la misteriosa aura de la obra. Yo estaba exaltado por esta confluencia constructiva de música y política, y sin embargo me pregunté si los manifestantes habían seleccionado muy predeciblemente – y en pequeña cantidad – un objetivo. Las estrellas del pop y sus consorcios corporativos son las verdaderas  élites de la esfera cultural, segando enormes recompensas de un sistema en el que el ganador se lo lleva todo. Yo estoy con Seth Colter Walls, quien, en un comentario positivo en general sobre la acción de “Satyagraha”, escribió, “Esta ficción persistente del ‘elitismo,’ y la supuesta inaccesibilidad de la música contemporánea, es una de las más fuertes herramientas propagandísticas alguna vez ideadas por los titanes de cultura pop corporativa. Ellos preferirían que usted no compare el costo de un asiento Family Circle para ‘Satyagraha’ junto a una proyección en 3D de ‘Transformers 3.’”
Yo estuve encantado todo el año por un enunciado que leí en “The Waves (Las Olas)” de Virginia Woolf: “Uno no puede vivir fuera de la máquina por a lo mejor media hora.” Estos días usted no puede vivir fuera de la máquina por más de un minuto. Contradicciones invaden cada pulgada cuadrada en nuestro espacio físico y mental; aunque las creaciones aparentemente puras están de alguna manera viciadas por las desigualdades radicales de la sociedad de principios del siglo veintiuno. El trabajo artístico más poderoso, sin embargo, no concilia tales contradicciones; al contrario, nos hace agonizantemente conscientes de ellas. A través de los siglos, la música clásica ha estado aliada con la riqueza y el poder, y también ha causado problemas para la riqueza y el poder. Su presente posición marginal le da, por lo menos en teoría, una distancia fundamental del materialismo excesivo de la cultura pop – la despiadada ecuación del valor monetario y estético. Reveladoramente, la música clásica en los Estados Unidos alcanzó su máxima popularidad en los 1930’s y 40’s, cuando el país estuvo más cerca de rechazar la fe capitalista que en cualquier otro momento en su historia. Una medida del espíritu creciente de la época era que millones en todo el país podían sintonizar la radio de la NBC y escuchar las sinfonías de Beethoven. ¿Están los dj’s poniendo Beethoven en los salones V.IP. de la segunda Edad Dorada? No que yo sepa.”
Incluí todos los vínculos a otras direcciones de para que el lector pueda leerlos en el idioma original. El video del principio también es posteado por Ross en su artículo original. Al final del artículo el columnista nos presenta una lista de los eventos musicales del año 2011 que de alguna u otra manera lo marcaron; a continuación expongo una lista de los eventos que no conciliaron esas contradicciones en la Ciudad de México:

Abril: Domingo 3, Alex Klein toca el Concierto para oboe y orquesta de Marco Aurelio Yano con la OSN.

Mayo: Miércoles 18, La mulata de Córdoba de José Pablo Moncayo en el Centro Cultural José Martí.  Domingo 22, Vladimir Ibarra estrena Trois graphiques pour guitare et orchestre de Maurice Ohana con la Orquesta Sinfónica de la ENM. Sábado 28, “Herrera de la Fuente. Retrospectiva de un creador” por la OFCM.

Junio: FIMNME 33. Viernes 10, Chants de la terre et de ciel de Olivier Messiaen; Sábado 11, el Cuarteto Latinoamericano toca la integral de los cuartetos de cuerda de Manuel Enríquez. Domingo 12, Lidia Guerberof interpreta el Concierto del Albaycin de Xavier Montsalvatge con la OSCC.

Julio: Temporada todo Mahler (que empezó el año pasado) de la OSM.
Agosto: Sábado 13, Estreno en México de la ópera The turn of the screw (Otra vuelta de tuerca) de Benjamin Britten.

Septiembre: Domingo 4, Concierto-fantasía para dos timbalistas de Philip Glass por la OSN. Sábado 10, músicas de Moncayo, Ponce, Revueltas, Angulo y Zyman por la OFUNAM. Sábado 24, Rodrigo Macías dirige la OFUNAM con músicas del centenario de la Universidad: Angulo, Ortiz e Ibarra. Festival de música electrónica y experimental Radar UNAM.

Octubre: Sábado 29, Juan Carlos Lomónaco dirige Adagio religioso (a la memoria de Eugenio Toussaint) de Lavista, Concierto para violín de Bloch y la Sinfonía no. 3 de Saint-Saëns con la OFUNAM.

Noviembre: Sábado 5, Ofrenda a Toussaint a cargo de la OFCM. Sábado 12, Ofrenda a Catán por la OFCM. Sábado 26, Homenaje a Posada de Armando Luna y el Concierto rapsodia para viola de Bohuslav Martinu por la OFUNAM. Domingo 27, la OFCM interpreta la Sinfonía no. 7,  Ángel de luz de Einojuhani Rautavaara.

En contra de la Ley SOPA: una solución para México es que no se apruebe en el Congreso de los Estados Unidos; la otra es que los mexicanos empecemos a exigir y hostear nuestras webs en servidores mexicanos.

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